martes, 4 de noviembre de 2014

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Tristeza.
Melancolía.
Nostalgia.
Culpa.
La maldita culpa que no me deja en paz.
A veces pienso que es mi culpa, otras que es la tuya. La mayoría la primera. Pienso de más y no me dejo sentir, porque duele. Duele como millones de piquetes en la boca del estómago, como que se hunde, como que se pega en la espalda.
Culpa que no me deja ver, porque me hace llorar, y las lágrimas nublan mi mirada. No puedo ver más allá, y tampoco puedo ver el pasado con claridad.
Y también me siento engañada, enojada.
Me da coraje saber que me mentiste, que mientes, que sigues mintiendo. Una parte de mí quiere creerte, pero otra sólo puede ver la realidad. Una realidad donde engañas, realidad donde no estás, donde soy la única que extraña, donde soy la que llora, la que sufre, la que piensa, la que intenta, la que se enoja.
Ayer me dijeron que para estar juntos se necesitan dos, pero para separarse con uno basta.
Y te tomas la decisión de irte, de quedarte lejos, de poner distancia.
Dijeron que 21 días iban a pasar, que eran suficientes y que sólo hay que tener, no el control, sino el manejo de los pensamientos, de las emociones.
Hoy no sé si tienen razón.
Porque yo sigo sintiendo un deseo exasperante por llamarte, ganas continuas de sólo llorar, de sentir que tu ausencia me ahoga.
¿Cómo le hacen? ¿Cómo le hace la gente que lo supera? ¿Cómo viven con eso?
¿Cómo es su día a día?
¿Cómo?
Hoy vi momentos de alguien más, donde estábamos, donde éramos, donde nos teníamos. Saber que ya no va a ser igual es hiriente hasta que arde, hasta que se hunde tanto que desaparece.
Ya ni siquiera me acuerdo cuándo fue la última vez que estuvimos felices. Me merezco ser feliz. Me lo merezco.
No quiero pensar que eres mi felicidad, quiero recuperarme, recuperarte, recuperarnos.
Quiero que pase el tiempo, quiero pensar que mis 21 días arrancaron hace varios.
A ver cómo me va.
Te extraño.
Comenzamos.

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